Un hilo conductor, que parece perderse tantas veces por el camino, nos dirige a una meta, a un final, a el final.
Ese hilo se empeña en saltar montañas y atravesar océanos. En sortear obstáculos imposibles. En ponernos a prueba demasiadas veces.
En volvernos locos.
Pero la montaña hay que saltarla por una razón. El océano hay que atravesarlo por otra. Los obstáculos se sortean para poder superar las pruebas ante las que nos encontramos.
Y si no hubiese personas ni motivos por las que volverse loco… que paren el mundo, que me bajo.
El hilo se rompe, y después se quema.
Ya no hay ni meta, ni final. Y lo que iba a ser un motivo, de pronto deja de existir.
Y ya la hemos liao!