Un buen amigo siempre me dice que tendemos a enamorarnos no de una persona, sino de aquello en lo que queremos que se convierta esa persona. También me dice que no tenga hijos nunca, pero esa es otra historia.
Anoche salió el tema en una mesa entre cervezas, papas fritas, serranitos, ensaladillas y solomillos al whisky.
Hay parejas en las que uno juega a ser artista que pinta a su musa. Por dentro. Pinta su vida. Marca su camino. Define su actitud ante las cosas, y ante él mismo. Hasta marca los regalos que tiene que comprarle…
Lo malo viene cuando el artista se da cuenta de que puede tirar sus dibujos a la basura, porque no, ¡la gente no cambia! Los disfraces se llevan durante un rato. La esencia perdura siempre. La buena y la mala, porque esto es como los bancos, que los hay buenos y malos (?).
Vamos a no cambiar, como ya hizo Tamara… la mala (?).