Hace nueve años de ese día y lo recuerdo como si fuera ayer.
O mejor.
Me olvido de olvidar. Ni quiero ni puedo. Los recuerdos siguen más vivos que nunca. Qué no daría yo por compartir esto contigo…
Como dice mi madre, para morirse solo hace falta estar vivo. Ahora, que un pequeño ser depende de nosotros, lo tengo más presente que nunca. Porque cada día es una oportunidad de vivir, de devolver sonrisas, de alabar al cocinero, de ver correr al Killo, de escuchar las carcajadas de Curro.
De querer mucho y bien.
Tenemos ese derecho y ese deber. Por los que no lo tuvieron.
Y por los que lo perdieron antes de tiempo.
Nueve años. Nueve años llenos de todo y de nada. Llenos de amor y desamor. De sonrisas y lágrimas. De cervezas y resacas. De recuerdos.
Y todo, todo, contigo bien agarradito a mi mente y a mi corazón.
Cuántos «si mi padre estuviera aquí…».
Casi una década con el alma encogida, echando mucho, mucho, de menos.
Casi una década.
Pero no pasarán años suficientes como para que no esté presente cada día de mi vida.