Todos los días me acuerdo de las mujeres de mi vida.
De mi madre, un saquito de responsabilidades que se sigue desviviendo por sus hijos, que ya pasan la treintena.
De mis abuelas, tan distintas, tan geniales.
De mis tías, de las que están y las que se fueron, todas en mi corazón.
De mis primas, las mejores que me podían tocar.
De mis amigas, elegidas a la perfección.
Todas luchan cada día en una vida muy puta, más puta siendo mujer. Todos los días deberían ser ocho de marzo.